Desde que tengo memoria me he considerado rebelde y he tenido cierto gusto por el conflicto, no por el mero hecho de polemizar, si no por las posibilidades de su resolución. Si lo unimos a mi casi enfermizo afán por la lectura, el estudio y la reivindicación habrá quién diga que me encontraba ante una profecía autocumplida. Se equivocará de plano, porque mi primera opción no fue el Derecho. Tras muchos avatares y un intento frustrado de dedicar mi vida a lo que te decían que debías hacer “para no desperdiciar tu nota”, opte por la mejor decisión que he tomado en mi vida: estudiar derecho, carrera versátil, completa, desafiante…Mi faceta de “opinóloga” y mi gusto por hablar en público hicieron el resto, me encaminé al ejercicio animada por un postgrado y una corta pasantía en la que me enamoré del derecho mercantil y en el que mi mentor me inculcó una ética de trabajo casi calvinista, una importante adicción a la cafeína y cierto grado de relativismo bien entendido necesario para el ejercicio activo. Perdí la cuenta de cuántas veces me dijeron que era muy joven o que el mundo de la empresa ofrecía muchas más posibilidades económicas, yo era abogada, me sentía abogada.
Me gusta especialmente la denominación latinoamericana de los abogados como “litigantes”, pues no hay nada más satisfactorio que ayudar a las personas para que ejerzan sus derechos. Esa vocación de litigio, la oratoria, la seriedad del estudio para defender planteamientos y la negociación son a mi juicio los puntos maestros de nuestra profesión, pero desde luego, tenemos que ser conscientes que la función social de la abogacía requiere todos nuestros conocimientos y toda nuestra energía.
Los derroteros me han llevado hacia otro campo donde, circunscrita aún al artículo 1 de nuestro Estatuto y “presta(-ndo) un servicio a la sociedad en interés público”, sigo ejerciendo el derecho desde la perspectiva legislativa, pero siempre he tenido como máxima el brocardo latino de Ulpiano “honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere” y si un día alguien me pide consejo, consideraré un honor proponerle que se haga abogado.
LAURA ARIAS ÁLVAREZ
Asesora jurídica de Grupo Parlamentario en la Junta General del Principado de Asturias
Letrada ICAM nº 97.766
Ilustración de Andy Baraja Estudio Creativo