Las chicas del cable que ahora utilizan teléfono móvil.


En esta sección de derecho y cine, vamos a pasar nuestra redacción a la pequeña pantalla, o bueno más bien nos vamos al streaming multimedia, la nueva era del entretenimiento. Donde podemos ver o descargarnos, una serie con sello español “Las chicas del Cable”. En donde se nos muestra la vida de unas chicas que en 1928 se van a trabajar a una empresa de telecomunicaciones de Madrid.

Lo primero que haces cuando empiezas a ver los capítulos, es empatizar con cada uno de los personajes. No con sus vidas y tramas, sino con algo muy sencillo, su papel como mujer en esos años. Y no puedes más que llegar a pensar en el paralelismo de la evolución del teléfono en esos años veinte que se manejaban por cables con los  de ahora, comparándolo con la evolución de los derechos de la mujer.

Pero la realidad, esa que duele más que tener que pagar una plataforma para pode ver más capítulos de la serie, es que los teléfonos han evolucionado en diez años más que la propia capacidad de la mujer desde 1928.

Nos dice el Artículo 14 de un texto de los más importantes para nuestro ordenamiento, que no es otro que la Constitución Española: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” Un artículo de 1978, cuando el máximo exponencial en telefonía era el modelo “Góndola” y para comunicarnos teníamos que seguir girando una rosca.

Pero es que a día de hoy a 40 años de la promulgación de la Constitución. Tenemos el mundo en nuestro dispositivo movil, manejamos nuestra vida deslizando pantallas, tenemos más acceso a la información que en cualquier otra era y se supone que no hay barreras en cuestiones tecnológicas. Pero lo triste es que la mujer sigue tendiendo que gritar para que no se la considere solo capacitada para mover cables, y esa igualdad todavía se difumina, más sobre todo, cuando hablamos de igualdad salarial.

Nos escandalizamos todos al saber que una actriz cobró 800 dólares y su compañero un millón por repetir las mismas imágenes en una película que todavía no se ha estrenado, por tanto, es de total actualidad. Pero este miércoles 24 de enero, nuestro presidente de Gobierno, en unas declaraciones en Onda Cero.  A la pregunta sobre esa equiparación salarial, no solo no contesta y pasa de puntillas, sino que nos dice “que dejemos eso a los empresarios”, no se molesta ni en hacer frases políticamente correctas y nos escandalizamos menos que con la anterior noticia de la actriz.

 Y ya que el 6 de diciembre, con lugar del día de puertas abiertas del Congreso de los Diputados, se nos decía por parte de las personas que vemos todos los días por el telediario, que se vestían correctamente porque venían “sus jefes a verlos” nos consideramos unas jefas más para poder hacer un tirón de orejas, incluso al jefe de gobierno.

Que se pasen por alto por nuestros gobernantes, ese derecho a cobrar lo mismo por hacer el mismo trabajo, no es darle un puntapié a ese y otros artículos que juraron o prometieron cumplir. Es dejar patente que la igualdad es un tema que queda muy bien ante los micrófonos y en carteles electorales, pero su efectividad no corre prisa.

La triste realidad es que empatizamos con las chicas del cable porque en ochenta años lo que, si que avanza, es el teléfono.

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TOGADAS

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