Nadie te dice lo que tienes que hacer o como hacerlo. Pasas de la euforia más intensa al acabar la carrera, te crece el pecho 20 cm más de orgullo o lo que coloquialmente se denomina pecho palomo, se te llena la boca con cada letra que forma la frase “tengo la carrera de derecho” cuyo traductor inmediato es “soy el alfa y el omega” y por supuesto tu familia está en ese trance similar al de cualquier familiar de algún deportista de élite al ganar un oro olímpico….Y de repente….
De repente el suelo se abre debajo de tus pies, para caer a un foso lleno de reptiles y arácnidos recordándote sin duda alguna escena del intrépido Doctor Jones en cualquiera de sus cuatro entregas. O a otro escena similar en la que estas a los pies de una gran montaña y a tu alrededor hay….nada….el vacío…el abismo…
Un remedio común es aparentar ser aquello que todo el mundo cree que eres o simplemente lo que tú crees que deberías ser y así como si fuera el uniforme de una conocida compañía, te vistes de lo que la sociedad piensa que es un abogado, de riguroso negro, porque el abogado siempre va de negro, maletín u otro componente muy sobrio que denote que mueves papeles aunque sean hojas en blanco o de solicitudes de becas, estar siempre serio, no se sonríe, un abogado nunca sonríe y que tu voz suene tan solemne que la gente se quede quieta hasta cuando pides un café.
Pero te das cuenta que no quieres ser una imitación barata de un abogado de una serie americana o un comercial, que todo hay que decir siempre visten de forma impecable. ¿Qué debo hacer?
Si eres el tatara, tatara,tatara nieto de una ilustre familia jurídica parece sencillo, aunque se puedan escribir miles de libros sobre el esfuerzo y la frustración que conlleva seguir la estela marcada por la fama familiar y estar siempre cuestionado porque tus logros no se saben si son propios o facilitados por esos familiares. Pero ¿y si estás solo? Eres la versión monocromática de la película de Tom Hanks, naufrago, puedes ir dirigido por tu propio rumbo a la peligrosa isla de “la falta de conocimientos”, que pueden acarrearte más de un problema.
Y puedes elegir un capitán de barco, un lobo de mar en este nuestro mundo jurídico, que te ayude a escuchar a nuestro eterno compañero de viaje, que como el mar, va a ser en ocasiones difícil de llevar aunque esté en un presunta calma, como es nuestra profesión. Pero ojo no confundir jamás un capitán con un pirata, que lo único que hará es enseñarte el inmenso mundo de la fotocopiadora y el teléfono y solo navegareis en su ego. Si fuera el caso huye!
De todas formas no debemos confundir los conceptos, dejarse guiar por un abogado con más años de experiencia no es transformarse en un parásito o en una especie de mochila que lleve a todas partes. Debemos aprender a desenvolvernos nosotros solos, a coger el toro por los cuernos y no refugiarnos en una zona de confort en donde ese abogado con más experiencia simula a un dique capaz de parar toda la furia de una realidad inminente.
No nos llevemos a engaños, cualquier opción que elijamos va a hacernos estar en una lucha constante y diaria, con miles de francos abiertos en la que en ocasione nos vamos a ahogar, pero si nos gusta, sigamos adelante, aprendiendo y mejorando para convertirnos, algún día, en los capitanes del barco, en una brújula o en el guía del amazonas de un joven abogado al que le diremos….Bienvenido a la Jungla. (Recomendamos leer este texto acompañado de la canción Wellcome to the Jungle de guns n roses).
Y que la toga te acompañe.