Regreso al futuro siendo abogado


Hablemos del tiempo, en verdad nos da igual si llueve, hace frío o calor. Lo que nos interesa es ese tiempo que pasa por las manecillas de nuestro reloj, el que se mide en segundos, minutos y horas, ese que si se PIERDE no se recupera.

Cuando somos pequeños, nos damos cuenta inmediatamente que los dibujos animados pasaban, en los que los entendidos en la materia califican como “nanosegundo”, para darle más énfasis a la rapidez. Sin embargo, comerte un plato de espinacas o de hígado, las clases de matemáticas a las cuatro de la tarde, esperar de pie mientras que tu madre se decide entre dos camisas que tú ves iguales, o incluso una clase de eclesiástico a las 10 de la mañana (es posterior pero todos os identificáis con esa sensación), esto es ETERNO.

Después de estos recuerdos sobre el tiempo en nuestra niñez, vayamos hacia el futuro. Montémonos en nuestro DeLorean particular, pongamos la fecha hacia 2017, espacio para aparcar: Juzgado de Guardia y a ver si con suerte el sitio del coche del abogado del Turno no está ocupado.

Es en ese momento cuando tu tiempo NO VALE nada.

Primero: ni si quiera te llaman, te manda un mensaje “ponte en contacto  con… ya sea policía, guardia civil, juzgado…” ellos no pagan.

Segundo: Las prisas, llamas y te dicen “preséntese lo antes posible porque tenemos una declaración (o lo que sea) dentro de media hora”. Da igual que estés en el otro extremo de la ciudad, cuarto de baño o atendiendo a un cliente, lo importante es personarse, porque en teoría corre muchísima prisa.

Tercero: Por mí y por todos mis compañeros. Llegas al mostrador, preguntas por el funcionario que te llamo, toma tus datos con la sensación de ser el ganador en el juego del escondite, y ahora amigo, párate y escucha el Tick Tack de tu reloj, la cantidad de segundos, minutos y horas que vas perder, esperando a poder ver a tu cliente, poder ver a su señoría, escrito del fiscal, la otra parte, que te tomen declaración, y cuidado con que todo esto no coincida con la hora del café, etc. Y ojo, que todo corría muchísima prisa.

Para el abogado, el TIEMPO es dinero. Tiempo que no aprovechas para atender a tus clientes, sacar trabajo adelante, entregar escritos en plazo. Todo lo que no hagas en tu jornada laboral sabes que lo vas a tener que hacer en tu momento de descanso, sacrificando tiempo libre, familia, amigos, comidas, etc.

Aunque los funcionarios no vayan por objetivos o cobren siempre lo mismo hagan lo que hagan a final de mes, resulta chocante la falta de consideración hacia el resto de profesionales que les acompañamos día a día, aunque no seamos compañeros.

Entendemos por otra parte las quejas que seguramente tendrán hacia los abogados, pero si trabajásemos todos a una, desde el respeto y con mejor entendimiento, nadie perdería su sagrado TIEMPO y se daría un mejor servicio al ciudadano, porque todos sabemos que cuando encontramos a una persona amable, comprensiva y competente resulta de grandísima ayuda para el abogado.

Mientras que las cosas sigan así, no os olvidéis de llevar libros, revistas, el móvil cargado, un plan B para recoger a tus hijos y todas tus obligaciones al día porque sabes a la hora que entras pero nunca el TIEMPO que vas a tardar en salir.

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TOGADAS

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